miércoles, 29 de octubre de 2014

Nuevos testimonios de horror en el casino de oficiales de la ESMA

Declaró esta mañana Estela Cornalea de Falicoff, quien permaneció secuestrada en el Casino de Oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada durante un mes.

Su testimonio reveló las terribles condiciones en las que estaban los compañeros, entre ellos, Alberto Samuel Falicoff,  su marido.

Estela fue sorprendida por las fuerzas conjuntas el 25 de noviembre de 1976 en su casa del barrio de La Boca, donde estaba con su hijo de dos años. Allí, permaneció la patota hasta la llegada de Alberto. El niño, fue entregado más tarde a su abuela diciendo que había sido encontrado en la calle con un cartelito con el nombre, dirección y teléfono.

Mientras, Estela y Alberto fueron llevados en dos coches separados hacia la ESMA. Ya Alberto y Estela se encontraban en la clandestinidad, vivieron el exilio interno al tener que huir de Córdoba porque había sido allanada su casa.

No queda ninguna duda que el cautiverio de este matrimonio fue en la ESMA, las descripción de capucha,  los ruidos que allí se oían (aviones, trenes, helicópteros, la música alta y los eternos gritos desagarrados de dolor de las sesiones de torturas que allí se sufrían). También Estela pudo recordar a compañeros desaparecidos que estuvieron allí, como Daniel Antokoletz, abogado defensor de presos políticos, “Pata de Palo”, un compañero con discapacidad motriz al que los milicos castigaban con golpes por no poder mantenerse en pie, con extrema saña (que sería Barcos), la presencia de muchas embarazadas y la muerte de dos hombres y una mujer que se quedaron en la tortura.

Pudo describir la metodología de los traslados donde se llevaban a los cautivos a su destino final en las aguas del Río de la Plata o el mar, y que un guardia le dijo a otro cuando le preguntó a dónde los llevaban “Son carne para los pescados”

También, durante su secuestro, pudo ver a su marido cuando lo trajeron, luego de una sesión de tortura en muy mal estado, con el cuerpo repleto de quemaduras por el efecto de la picana.

Estela tuvo como tarea lavar cubiertos y organizar la ropa del pañol. En esas faenas lavó pañales de niños y escuchó la voz de un pequeño que preguntaba por qué su papá tenía en la cabeza una capucha.

Alberto Falicoff, simpatizante del PRT, era médico pediatra que colaboraba con la Comisión de Ayuda a presos políticos,  estuvo vinculado a los sindicatos de Luz y Fuerza, SMATA y otros en la provincia de Córdoba.

Alfredo, su hijo de 2 años, dio el último beso a su padre atado en su casa de La Boca para no volver a verlo.

Al día de hoy, el Dr. Falicoff sigue desaparecido y Estela en el exilio donde presentó denuncias ante organismos internacionales.

Megacausa ESMA III Los vuelos de la muerte


El 23 de octubre terminaron las declaraciones de los “holandeses” en el tramo Vuelos de la megacausa ESMA. Se trata de los testimonios que incriminan al piloto de avión de la Marina Julio Poch, acusado de haber participado en los llamados “vuelos de la muerte”, que consistían en arrojar vivos, bajo el efecto de sedantes, al mar o al Río de la Plata a los prisioneros de los campos de concentración. La detención de Poch se produjo en España en el año 2009, mientras trabajaba en la compañía aérea holandesa Transavia, una de las divisiones de la multinacional KLM.

Los holandeses

En el año 2006, durante una cena de camaradería de los pilotos de Transavia en la isla de Bali, Poch prácticamente confesó a sus compañeros de trabajo su participación en el genocidio.

Durante la comida, los pilotos holandeses criticaban la participación Jorge Zorreguieta -padre de la actual reina de Holanda, Máxima- en el gobierno militar, del cual fue secretario de Agricultura y Ganadería. Entonces Poch dijo: “Zorreguieta no sabe nada. En una guerra muere gente de ambos lados”, y de despachó relatando la mecánica de los vuelos. “Tendríamos que haberlos matado a todos”, agregó el represor. Los pilotos hicieron la denuncia ante la compañía, cuya actitud fue la del encubrimiento: no hizo la denuncia penal, no apartó al piloto, criticaron a la policía holandesa cuando detuvieron a Poch y, finalmente, despidieron al empleado que presentó formalmente la denuncia ante la Corte Penal Internacional.

De los testimonios surge, sin embargo, no fue este la única vez que Poch se vanagloriaba de su actividad asesina. Desde hace más de 25 años, dijo uno de los testigos, se bromeaba dentro de la empresa “hoy volás con Julio, mantenete lejos de las puertas”, en alusión de su participación en los vuelos de la muerte. Las confesiones de Poch frente a sus compañeros pilotos eran frecuentes, hacía alarde y defendía la actuación de los militares. De su legajo, surge que participó en el Operativo Sirena de 1975, que fue una caza de militantes. Esta es la primera vez que Poch es sometido a juicio.

Al concluir los testimonios, Poch pidió ampliar su declaración. Cuando le tocó hablar ante los jueces y responder a las acusaciones, Poch abrió la boca para no decir nada. No aceptó preguntas de las partes y dijo que quienes habían armado esta causa contra él eran “tres manzanas podridas” que querían progresar dentro de la empresa, que todo era mentira.

Por los vuelos de la muerte, hay otros seis acusados, entre ellos, quienes participaron en el vuelo del 14 de diciembre de 1977, que sería el del “traslado” de las monjas francesas y el grupo de la iglesia de Santa Cruz.

domingo, 26 de octubre de 2014

La ESMA : sucursal París


Documentos desclasificados de la Cancillería revelan que Astiz tuvo compañía calificada en Francia. Otros integrantes de la patota de la ESMA estuvieron nombrados en el Ministerio de Relaciones Exteriores y hasta en el Centro Piloto de París, incluidos los secuestradores de las monjas francesas.

En la foto, recostado contra la pared, Gabriel Périés (padre) observa hacia su derecha, donde en el margen de la foto aparece Alfredo Astiz.

La conexión francesa

La Armada dominaba las relaciones exteriores y transformó las embajadas en centros de propaganda. Esta semana, los archivos se publican en la página web oficial y se podrán seguir historias como la del Centro Piloto de París, donde destinaron a los asesinos de las monjas francesas.

 Por Alejandra Dandan y y Victoria Ginzberg

Durante la última dictadura, los represores bautizaron como “campaña antiargentina” a los reclamos de justicia y pedidos sobre el destino de los desaparecidos. El rol de la Cancillería en el terrorismo de Estado fue el de intentar contrarrestar las denuncias que se hacían fuera del país sobre las violaciones a los derechos humanos. “La misión impuesta se podrá llevar a cabo con la colaboración, dedicación y eficiencia que pongan las Representaciones destinadas en el exterior, sobre quienes recae el mayor peso del esfuerzo”, dice un documento hasta ahora secreto. Allí también se especifican las “tareas” que debían cumplir los embajadores y otros funcionarios diplomáticos. Entre ellas, la de contactar periodistas para “transmitir informaciones favorables” y la de promover visitas de “personas importantes”. “Los términos que se deben emplear cuando se haga referencia a la subversión, deberá ser bandas terroristas, sin mencionar subversión marxista u otros términos que llevan a confusión en el exterior”, se afirma en la Directiva Número 1 de Difusión al Exterior, sellada el 15 de agosto de 1977. Este es uno de los 5832 documentos que fueron desclasificados por el Ministerio de Relaciones Exteriores y que a partir de hoy están disponibles para todo el mundo a través de la página web del organismo. Con este archivo es posible comprobar que gran parte de la patota de la ESMA fue nombrada en Cancillería y que algunos de sus integrantes fueron descubiertos por las autoridades francesas. Un documento informa que, en 1979, París pidió las credenciales diplomáticas del teniente Enrique “Cobra” Yon, que estaba involucrado en el secuestro de las monjas francesas y revistaba en el Centro Piloto de París, el organismo que fue el puntal de esta estrategia de los militares que encarnó la Marina.

El 26 de julio de 1977 el Boletín Oficial publicó el decreto 1987 del Poder Ejecutivo Nacional para crear la dirección de prensa y difusión de la Cancillería, de la que iba a depender el denominado Centro Piloto de París. Ese documento clasificado como “público” aparece acompañado un mes más tarde, el 15 de agosto de 1977, de la Directiva Número 1 de Difusión al Exterior, que fue calificada como “secreta” y estaba destinada a reglamentar el trabajo de contrapropaganda de las embajadas de Europa occidental y Estados Unidos. La copia desclasificada fue encontrada en la embajada argentina en Bonn. No hay constancias de que los papeles hayan sido incorporados hasta ahora en las causas judiciales de la ESMA.

“Señor Embajador: Tengo el honor de dirigirme a VE en cumplimiento de una orden de SE el señor Canciller, con el objeto de elevar la Directiva Nº 1 de Difusión al Exterior que determina los modos de acción que deberá implementar esa representación diplomática a efectos de contrarrestar la campaña de desprestigio que ciertos medios de prensa extranjeros desarrollan en contra de las autoridades nacionales.” El documento está firmado por Roberto Pérez Froio, capitán de fragata IM director general de Prensa y Difusión y está dirigido al entonces señor embajador en Alemania Federal Enrique JL Ruiz Guiñazú.

Otro de los papeles se refiere a una “cuenta especial” (la número 459) que poseía la Cancillería y que tuvo un movimiento singular durante la dictadura. En 1976 recibió en concepto de gastos reservados menos de veinte mil dólares, pero al año siguiente más de 832 mil. En 1978, año del mundial de fútbol, cuando una de las principales preocupaciones de los represores era la “campaña antiargentina” en el exterior, la cifra depositada alcanzó los dos millones y medio de dólares. El monto se mantuvo los dos años siguientes y se redujo a la mitad en 1981. Las copias de esta documentación fueron ubicadas como anexos del legajo diplomático de la funcionaria Elena Holmberg, asesinada por los marinos en lo que se supone una interna con el Ejército.

Elisa Tokar declaró ante la Justicia: “Un día de mayo de 1978 me dicen: ‘Bueno, vamos a Relaciones Exteriores’. Yo no tenía ropa adecuada, pero fui vestida con la ropa que tenía y me presentan ahí al capitán Pérez Froio, que era el responsable de la Secretaría de Prensa y Difusión. Una de mis sorpresas fue que el jefe de Difusión era Francis Whamond, que era mi torturador. Después me muestran otras oficinas. Ahí veo al teniente (Hugo) Damario, que es otro de los personajes que se presentó el 21 de septiembre o 22 en mi secuestro como Jirafa. Y el teniente (Alejandro) Spinelli, que estaba, digamos, en Cancillería. La Secretaría de Prensa y Difusión estaba en el Palacio San Martín y donde estaba asignada la oficina de Prensa era un sótano, debajo del sótano había como otro pequeño sótano donde ahí estaba el teniente Spinelli, le decían Felipe”.

Estos nombramientos, que fueron calificados como “secretos”, están reflejados en los documentos desclasificados. Con fecha 16 de marzo de 1979, la Dirección de Personal resuelve “establecer que Enrique Yon prestó servicios en este ministerio desde el 22 de enero de 1978 al 17 de enero de 1979 con asignación de funciones en el centro de Difusión Argentina en París”. El 17 de abril de 1979 la misma oficina pone fin a las funciones de Hugo Damario y designa “con efectividad el 22 de marzo de 1979 jefe del Departamento y Difusión al ‘Sr. teniente de Navío D. Juan Carlos Rolón’” (otro de los conocidos represores de la ESMA).

Lo cierto es que gran parte de los represores de la ESMA pasaron a revistas en la Cancillería, ya sea a través del Centro Piloto de París, en representaciones extranjeras como agregados navales o en la misma estructura del ministerio. El vicealmirante Oscar Montes, que fue canciller entre el 30 de mayo de 1977 y el 30 de octubre de 1978, había comandado en 1976 el grupo de tareas 332 de la ESMA. Los marinos Walter Allara, que fue subsecretario de Relaciones Exteriores, Hugo Damario, que estuvo en la Dirección de Prensa, Alberto Eduardo González, que estuvo en prensa del ministerio y de la agregaduría naval de Gran Bretaña y Holanda, Francis Whamond y Juan Carlos Rolón, que también estuvieron en prensa, formaron parte de la patota de la Marina en la ESMA. Además está el caso ya mencionado de Yon, que fue nombrado en París y detectado por Francia como uno de los participantes del secuestro de las monjas. Alfredo Astiz, a quien los exiliados lo identificaron en Francia, fue también agregado naval en Sudáfrica.

Los documentos que ahora son públicos permiten ligar formalmente al Centro Piloto de París con la estructura de la Cancillería. Como señala la historiadora Marina Franco, autora de El exilio, argentinos en Francia durante la dictadura, ese organismo cumplía por un lado la función de coordinar los esfuerzos contra la llamada campaña antiargentina en Europa, pero también fue el lugar desde el que se buscó espiar y controlar a los exiliados y desde el que se buscó apuntalar el proyecto político de Massera. Así, en conjunto, en los papeles se observa el tránsito de los marinos desde los sótanos de la ESMA a la estructura burocrática del Estado represivo y el rol que tuvo el ministerio durante el terrorismo de Estado: contrarrestar y desprestigiar las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo en el país. A pesar de los esfuerzos, gracias a la perseverancia de los organismos de derechos humanos, no lo consiguieron.

martes, 21 de octubre de 2014

La estructura que se oculta detrás de los vuelos de la muerte

UN HALLAZGO QUE SALIO A LA LUZ EN EL JUICIO SOBRE LA ESMA

La reconstrucción de la estructura burocrática y secreta de la Armada. El rol del Comando de Operaciones Navales (COOP), el área encargada de distribuir recursos, es decir, aviones y tripulantes. El redefinido lugar de la Prefectura.

 Por Alejandra Dandan

En el juicio ESMA se están reconstruyendo las estructuras de la Armada que abastecieron de aviones y de tripulantes a los vuelos de la muerte. Se trata de una investigación que explica cómo hizo la Escuela de Mecánica de la Armada para contar con una aeronave los días de “traslados” de prisioneros. Así, se desentrañó el rol del Comando de Operaciones Navales (COOP), el área encargada de distribuir recursos, máxima autoridad de la “guerra” y ubicada inmediatamente abajo del jefe de la Armada. Del COOP dependían dos áreas clave en el manejo de aviones: el Comando de Aviación Naval de la Armada (COAN) –con escuadrillas de Electras, DC3 y helicópteros– y la División de Aviación Prefectura (DAVI), a cargo de los Skyvan. Todas esas aeronaves se usaron en los vuelos de la muerte y cumplían con dos condiciones principales: autonomía de vuelo y capacidad de lanzar cargamento en vuelo. La forma en la que Prefectura intervino en esta trama y cómo sus Skyvan llegaron a trasportar a los prisioneros de la ESMA son datos que surgieron en este juicio, en el que tres de los seis acusados por participar en los vuelos son, justamente, prefectos.

“El aparato organizado de poder involucró a todos sus estamentos: la Marina encarnó su cometido utilizando a sus patotas. Los secuestros, asesinatos, tormentos, abusos y hasta el robo de niños fueron parte de este plan. Para culminar pedirían apoyo a las escuadrillas aeronavales”, evalúa una de las partes acusadoras. “Lo que debemos preguntarnos es cómo se materializaron esos aportes, cómo pensamos el rol de cada escuadrilla, porque en este último tramo –llámese disposición final o asesinato– esas escuadrillas facilitaron las aeronaves al grupo de tareas que funcionó dentro de la ESMA.”

Los datos para llegar hasta acá, para rearmar desde el polvo la estructura burocrática y secreta de la Armada, surgieron de varios de trabajos. Uno fue el análisis de archivos de las Fuerzas Armadas que se hace desde 2003 en el Ministerio de Defensa y otro, del mismo tenor pero más reciente, es el realizado en los archivos de la policía, Prefectura y Gendarmería del Ministerio de Seguridad. María Laura Guembe coordinó el equipo de la Armada en Defensa y ahora hace esa tarea en el Ministerio de Seguridad. La semana pasada declaró en el juicio ESMA: “La información no está en un único lugar. La tarea es producir información en el cruce de documentos. Leer los reglamentos y los planes y la documentación para ver cómo eso se transformó en acciones”, explicó.

Los equipos estudiaron distintos papeles: legajos, actuaciones de Justicia, memorias de las distintas fuerzas y libros de actas. Cruzaron los datos con una pieza todavía clave: el Plan de Capacidades Internas de la Armada Argentina (Placintara) del año 1975, un documento secreto conocido desde el Juicio a las Juntas pero que continúa siendo fuente de información y es releído como base del rompecabezas de la Armada.
El Comando de Operaciones Navales

El Placintara reorganizó la estructura de la Armada en una faz institucional y en una faz operativa para combatir lo que llamaron “lucha contra la subversión”. Así, a partir del Placintara, la estructura de la Armada quedó dividida en 11 Fuerzas de Tareas (FT) con anclaje jurisdiccional. Las FT se dividieron Grupos de Tareas (GT), divididos a su vez en Unidades de Tareas (UT) y luego en Elementos de Tareas (ET). La Fuerza de Tareas 3 de la agrupación Buenos Aires tuvo al menos 7 GT según el informe de Defensa: la ESMA era el GT 3, y como estaba en la FT 3 se la nombró GT3.3. Todas las Fuerzas de Tareas dependían de un área clave, hoy entendida como estructurante de los “tiempos de guerra”: el Comando de Operaciones Navales (COOP), ahora central para la lógica de la provisión de aviones.

Los vuelos son el único tramo de la ESMA sin sobrevivientes. La mayor parte de los marinos en juicio fueron vistos o denunciados por sobrevivientes. Luego, los papeles de la burocracia respaldaron sus posiciones dentro de la estructura. Pero con los vuelos no sucede lo mismo. El GT 3.3 no tenía aviones. Y los tripulantes de los vuelos no pasaron por la ESMA. Ninguno de los acusados por vuelos tuvo comisiones en el centro clandestino ni estuvo como “enlace” en la ESMA. Esto, que antes podía parecer un problema, es, a partir de la interpretación de las estructuras, casi una obviedad.

“Quienes planeaban las muertes pedían un avión y lo tenían”, señala la misma parte acusadora. “Eso explica por qué los pilotos no tienen como destino ESMA, no era lo que estaba previsto en los planes. Las escuadrillas de helicópteros como aquellas de Sostén Logístico Móvil dependían del Comando de Operaciones Navales, no de la ESMA. Por eso los pilotos no son vistos por los sobrevivientes dentro del campo y en los legajos no aparecen referencias vinculadas a dicha Escuela. Si el GT necesitaba una aeronave no sería ni el jefe del Grupo ni el director de la ESMA quienes decidían qué tipo de aeronave se iba a usar: la aeronave iba a ser enviada desde el Comando de Operaciones Navales y debía estar preparada para trasladar personas y descargarlas durante el vuelo. Por eso, en el juicio que se desarrolla es necesario determinar las características de las aeronaves. Su posibilidad de tirar carga en vuelo, de autonomía y, por supuesto, si para la época esas aeronaves estaban en actividad.”

En tiempos de paz, el Comando de Operaciones Navales (COOP) era una estructura semidormida pensada para la instrucción y el adiestramiento. Un casillero por abajo del jefe de la Armada y en paralelo al Estado Mayor. A partir del Placintara, el COOP permaneció abajo del jefe, pero desplazó al Estado Mayor a un puesto de consulta y ad hoc para ocuparse políticamente de la distribución de recursos de la Armada, explicó Guembe. Por allí pasaron como jefes los verdaderos capos de la Armada, como Oscar Antonio Montes o Antonio Vañek. Hoy se entiende que del COOP salieron tres áreas claves para vuelos:

1. las Fuerzas de Tareas, entre ellas el FT3 y la ESMA;

2. la División de Aviación de Prefectura (DAVI) con los Skyvan;

3. el Comando de Aviación Naval (COAN) de la Armada con los Electra, DC3 y las escuadrillas de helicópteros.

Uno de los datos más nuevos en ese esquema es el rol que tuvieron la DAVI y Prefectura, profundizados por Guembe en la audiencia.
La Prefectura

Hasta ahora se creía que la Prefectura dependía del jefe de la Armada tanto en tiempos de paz como a partir del Placintara. Ahora se sabe que con el Placintara la Prefectura, que estaba nucleada en la Fuerza de Tareas 4, no actuó atada a una jurisdicción territorial específica, como ocurrió con el resto de las FT. El prefecto principal, dijo Guembe, pasó a depender del Comando de Operaciones Navales (COOP) porque la FT4 completa se trasformó en un recurso más dentro del conjunto de las Fuerzas de Tareas. Esto que no es poca cosa explica por qué se conectaron dos Fuerzas de Tareas: la FT4 y la FT3. O cómo un avión de las FT4 (Prefectura) llegó a la FT3 (ESMA).

“La Prefectura se empezó a organizar en 1975 para participar de las actividades que ellos mismos llamaron antisubversivas”, dijo Guembe. “Se reestructuraron en cuanto a la jerarquización de algunas dependencias, aumentaron el presupuesto para el despliegue en el territorio y aportaron el adiestramiento necesario para el personal.” Los datos constan en los libros de Memorias Anuales, en reglamentos y expedientes diversos. “Como el comandante de Operaciones Navales era el que disponía de todos los recursos para los operaciones, la Prefectura en cierto modo termina siendo un recurso más, encarnado en la figura de las Fuerzas de Tareas.”

“¿Qué podía ofrecer la Prefectura al Comando de Operaciones Navales para esa guerra?”, le preguntó la fiscal Mercedes Soiza Reilly a Guembe durante la audiencia. Y Guembe habló de dos cosas: la Prefectura aportó “enlaces” y también aviones.

Los enlaces eran, en general, personal de inteligencia que unía dos dependencias. “No tenían una ‘comisión’, sino que cumplían con la tarea encargada en otra dependencia, volvían y continuaban con sus labores. El ‘enlace’ iba y volvía y a partir de la tarea que desarrollaba involucraba a su dependencia de origen en esa actividad. Unía dos entidades.” En la ESMA esos roles los cumplieron personajes conocidos: Héctor Febres, Juan Antonio Azic, Jorge Manuel Díaz Smith y Roberto Rubén Carnot, los tres últimos acusados en este juicio. “Ellos son buen ejemplo de esto”, explicó la mujer. “Eran integrantes del Servicio de Inteligencia de Prefectura y cuando van a la ESMA no dejan de revistar dentro de Prefectura. No es lo mismo que las comisiones como las del comisario (Ernesto Frimón) Weber de la Policía Federal, que va en comisión a la ESMA y su destino es la ESMA: el enlace es un integrante del Servicio de Inteligencia que va a cumplir funciones conjuntas con otro destino.”

El otro aporte de Prefectura fueron los aviones. La Prefectura tenía la División de Aviación Prefectura (DAVI), un área con jerarquía de División hasta 1979 y luego rejerarquizada a departamento. Entre 1976 y 1979 la DAVI tuvo cinco Skyvan, uno de los dos tipos de aviones que tripuló el marino Adolfo Scilingo. Los Skyvan son P51, P52, P53, P54 y P55. Eran los únicos aviones de Prefectura. Y como parte de la DAVI dependían funcionalmente de las órdenes del COOP. Entre los documentos analizados no se encontraron conexiones de la DAVI con ESMA de modo directo, pero hay papeles que al analizarlos pueden sugerirlas. Algunos de ellos son los siguientes:

1) Un anónimo que envió a la Conadep en 1984 un grupo autodefinido como la “oficialidad joven y no corrupta de la Prefectura Naval”. El anónimo ya apuntaba en ese momento a la cabeza de la DAVI, pero nunca se valoró judicialmente. Uno de los nombres que mencionó era el de “aviador” “Hilario Ramón Fariña” y señalo que “era el que se encargaba de arrojar desde los aviones Skyvan al mar la gente secuestrada y torturada en la ESMA” (ver imagen). ¿Quién era Fariña? Uno de los jefes de la DAVI entre 1976 y 1978.

2) Datos de los legajos de personal. Guembe señaló el legajo de un suboficial llamado Aníbal Enrique Donato Agolti, mecánico. Bajó de un vuelo que según las planillas tuvo como destino y regreso “Miramar - Miramar”, mismo punto de origen y de destino, como los sospechados como vuelos de la muerte. Y había sido piloteado por el oficial Alejandro D’Agostino, actualmente en juicio. Cuando el suboficial llenaba la documentación de las planillas tuvo un ataque de epilepsia. A partir de ese momento tuvo una licencia que duró más de lo reglamentario. Años después tuvo un cambio de escalafón, asumió tareas administrativas, pero continuó con los problemas hasta su retiro. La explicación que dieron los peritos en su legajo es que sus afecciones comenzaron porque estaban piloteando un vuelo con la puerta abierta. En la versión de los peritos, dijo Guembe, hacían lanzamiento de paracaidistas; marcaban que era la primera vez que el suboficial se subía en un avión y que eso podía haber provocado el trastorno. “Lo curioso de eso es que las planillas de vuelos no dan cuenta de eso –explicó– porque hay varias planillas anteriores en las que él figura como mecánico de vuelo, en los mismos supuestos vuelos de lanzamientos de paracaidistas.”
–¿Entonces no era la primera vez que Agolti subía a una aeronave?

–Las planillas dicen que no. Pero esas cosas son las que encontramos: que ahí pasaba algo que los papeles no dicen. No hablan de vuelos de la muerte, no hablan de tirar personas. Pero tenemos todas estas grietas que hacen que uno se formule todas estas preguntas.

3) Las Memorias Anuales de Prefectura. A diferencia de las Memorias de la Armada, la Prefectura tiene Memorias muy abiertas en información, dijo Guembe. Una vez al año cada dependencia de Prefectura hacía su Memoria, que se juntaba en lo que hoy es el Departamento de Planeamiento. Ahí producían una Memoria Unificada con una selección de lo más relevante de cada dependencia. El Libro de Memorias Anuales está dividido en temas: Organigrama con sus cambios; datos del ceremonial y una sección Operativa que dividía las actividades “antisubversivas” de las policiales cotidianas. Una de las Memorias analizadas es de 1977. En el apartado Antisubversivo dieron cuenta de actividades llevadas a cabo por orden del COOP. Es decir, dijo Guembe, “son tareas que uno puede presumir que tienen ese estilo y es lógico, porque el COOP en términos del Placintara podía darle órdenes a una unidad de la Prefectura”.

4) Uno de los acusados del juicio es el piloto Julio Poch. En su legajo aparecen datos sobre su participación en llamados Operativos Sirena. El piloto dijo que eran operativos de entrenamientos sin vínculos con lo que llamaron “lucha antisubversiva”. Guembe sugirió lo contrario. Explicó que de esos operativos hablan tanto las Memorias de la Armada como las de Prefectura. La Armada los mencionan como un ejercicio combinado con las Fuerzas Armadas paraguayas, y la Prefectura lo informa en el apartado AntiSubversivo. En algunos legajos hay felicitaciones por el bombardeo de objetivos en tierra. Cuando la fiscalía le preguntó si se pudo establecer qué tipo de actividades eran las del Operativo Sirena, ella repitió que se dedicaban al “control poblacional” y que eso “no solamente era saber quiénes poblaban un lugar, sino identificar personas y detenerlas y llevarlos detenidos a determinados lugares”. Al parecer eran operativos de rastrillajes que se hacían en lugares de difícil acceso, como islas o en zonas rurales muy extensas.

Del Comando de Operaciones Navales dependía otra área: el Comando de Aviación Naval (COAN), una estructura semejante a la DAVI pero de la Armada. Entre 1976 y 1983 el COAN estuvo dividido en tres Fuerzas Aeronavales (ver aparte). En el juicio actualmente hay seis acusados por vuelos: tres prefectos y otros tres que confesaron ante testigos la participación en los vuelos. A partir de la reconstrucción de las estructuras, cada uno de ellos puede ser relacionado con el lugar que ocupó dentro de ellas.
El anónimo que recibió la Conadep en el que se hablaba de la Prefectura.

Los acusados


    Enrique José De Saint Georges
: Subprefecto. Piloto de Skyvan. Integró la División Aviación de la Prefectura Naval (DAVI) y tuvo como destino el Aeroparque Jorge Newbery entre 1976 y mediados de 1978. Fue piloto comercial en Aerolíneas Argentinas.

    Alejandro Domingo D’ Agostino
: Oficial retirado de Prefectura. Piloto de Skyvan. Integró la División Aviación de la Prefectura Naval (DAVI), destinado al Aeroparque Jorge Newbery entre 1976 y 1979.

    Mario Daniel Arru
: Oficial dado de baja de la Prefectura. Piloto de Skyvan. Entre 1976 y principios de 1979 integró la División de Aviación de Prefectura, destinado en el Aeroparque Jorge Newbery. También fue piloto comercial en Aerolíneas Argentinas.

    Emir Sisul Hess: Capitán de Corbeta retirado de la Armada. Piloto naval especializado en helicópteros. Para la época de las imputaciones, voló dos tipos de helicópteros, Alouette y Seaking, según surge de su legajo. Entre 1976 y 1979, la Armada tuvo una sola escuadrilla de helicópteros cuya matriz estaba ubicada territorialmente en la base aeronaval Comandante Espora de Bahía Blanca. Se acusa a Sisul Hess de haber hecho vuelos desde la ESMA. Sisul Hess dice que los helicópteros no tenían autonomía de vuelo para llegar de Bahía Blanca a la ESMA. Los expertos explican que los helicópteros podían haber dormido en la ESMA, pero además que la “matriz” no definía que una aeronave esté atada a un determinado lugar. Que en la ESMA hubo helicópteros lo dicen los sobrevivientes que los escucharon y también los conscriptos que declararon en la causa.

    Rubén Ricardo Ornello
: Suboficial retirado de la Armada. Mecánico aeronáutico. Perteneció a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logístico Movil (EA52) con aeronaves Fellowship Fokker F-28, Hawker Siddeley HS-125 Domine y Douglas DC-3. La escuadrilla pertenecía a la Fuerza Aeronaval 3, con asiento en la base Aeronaval 3 de Ezeiza (BAEZ).

    Julio Poch
: Teniente de fragata retirado de la Armada. Fue aviador naval. Se le imputa que formó parte de la escuadrilla de caza y ataque. Su lugar en la estructura estaba dentro de la base Espora de Bahía Blanca, como parte de la Tercera Escuadrilla Aeronaval. Pero además tenía capacidad para pilotear aviones de transporte como los Beachcraf C 45 y U 16 Albatros. Poch no fue ajeno a las solicitudes del Comando de Operaciones Navales. Su legajo tiene una felicitación de Antonio Vañek, jefe del COOP.

domingo, 12 de octubre de 2014

El testimonio de Jorge Bicocca sobre la desaparición de su hermana Lelia

Fotos para preservar la memoria

Lelia Bicocca integraba la Asociación Cristiana de Jóvenes de San Martín y militaba en el PRT-ERP. Se la llevaron de la casa de sus padres el 31 de mayo de 1977. Su hermano Jorge contó ante la Justicia detalles de su secuestro y acompañó su relato con fotos.

 Por Alejandra Dandan

Dijo que había traído unas fotos. Uno de los jueces, como acostumbrado a esos tesoros que se van develando en los juicios, se apuró, para acompañarlo. “¿Las tiene ahí? –preguntó, animándolo– ¿Tiene las fotos? ¿Quiere mostrarlas?” En la sala, bien atrás, donde empieza la línea del público, una señora, Teté, de rodete muy bien peinado, dijo algo, como si el otro pudiese escuchar, como si fuese un tema del que cada uno de los que están ahí pudiera contar algo.”¡Lo que debe haber guardado esas fotos! –suspiró, encantada– ¡Pero mirá vos!” Y miró a uno y otro lado. Público casi no había. Miró atrás. Alguien escuchó. También los pocos de adelante. Una Madre de Plaza de Mayo, pañuelo blanco, uno de los integrantes de la iglesia Santa Cruz. Muchos de los de siempre, sentados, como en las celebraciones de una comunidad, en una misa. “¡Esos papeles!”, volvió a decir la mujer. “¡Seguro los ha guardado durante cuánto tiempo! Y mirá...”, dijo por fin, cuando las imágenes en blanco y negro de Lelia Margarita Bicocca, que su hermano Jorge llevó al juicio oral por los crímenes de la Escuela de Mecánica de la Armada, empezaron a proyectarse en la pantalla. “Mirá esa mantilla que tiene puesta, debe de estar en la misa”, agregó la mujer.

Lelia Bicocca tenía 42 años cuando la secuestraron. Militaba en el PRT-ERP y formaba parte de la Asociación Cristiana de Jóvenes de San Martín. Jorge Bicocca guardó esas fotos durante años y declaró el jueves frente a los jueces del Tribunal Oral Federal No 5 a cargo del juicio oral por las violaciones a los derechos humanos en la Escuela de Mecánica de la Armada.

Lelia en las fotos viste de blanco y negro. En la primera está con un chico del barrio, él de pantalones cortos. En la segunda, tiene la mantilla en el pelo; en la siguiente habla con el cura local.

“Yo soy el único que quedó para dirigenciar todo lo que se pudo hacer para llegar a este momento”, dijo Jorge, pelo blanco, entregado. Preguntaron qué hacía su hermana. “Aparte de hacerles bien a todos –dijo– tenía un pequeño negocio de librería.” Contó también que militaba políticamente como su padre, “que era demócrata progresista, no era ningún pecado trabajar para una idea”.

–¿Algún vínculo con la Iglesia? –preguntó uno de los abogados, sobre uno de los datos más importantes de la causa. Lelia, que era San Martín y del PRT-ERP, estuvo en la ESMA, cuando la mayor parte de los integrantes de esa organización pasó por Campo de Mayo. En la ESMA dos sobrevivientes hablaron de una “catequista de San Martín”. Se cree que en ese espacio de curas se haya vinculado con Montoneros o la JP.

Jorge habló de la filiación con la Asociación Cristiana de Jóvenes, de “la cual tengo fotos acá”, insistió. “Ella trabajaba en la Iglesia y daba catecismo en mi casa. Les enseñaba a los chicos qué era eso.”

El hermano, ahora grande, lloró. En la cuarta foto se ve un bautismo. “El bebé que está presente en esa foto –dijo–, está acá en la sala; es uno de mis hijos cuando fue bautizado.”

A Lelia se la llevaron el 31 de mayo de 1977 de la casa de sus padres. Jorge vivía a dos cuadras. Tomó aire cuando su relato llegó a ese momento. “No puedo evitar estar así cuando llegó a este punto, pero ya me voy a reponer”, dijo. “Entran a la una de la mañana. Entran a la casa, mi padre abre la puerta, suben y van diciendo que venían a detener a Lelia Bicocca, que no le iba a pasar nada. Que luego la iban a devolver a su domicilio. En esa época nadie sabía. No se sabía. No trascendía que estos señores se llevaban a las personas, las mataban y las desaparecían.”

Los padres de Jorge corrieron las dos cuadras hasta su casa. Luego a la Regional de San Martín. Esa noche había cola en la calle porque se habían llevado a “un montón de gente”. Al otro día buscaron en otros lugares: “Salimos a buscar el paradero de mi hermana porque ¡no creíamos lo que era el Estado, la Justicia, secuestraba a la gente!”

Mandaron cartas documento “con retorno” al Primer Cuerpo del Ejército; a Guillermo “Pajarito” Suárez Mason, a Albano Harguindeguy, a la Escuela de Caballería. “Yo tengo todas las constancias en una carpeta y volvían las cartas diciendo que no tenían conocimiento de nada.”

Jorge estuvo en Campo de Mayo convencido intuitivamente de que su hermana estaba ahí. Lo echaron. Pasado el tiempo, muchos de los sobrevivientes de la ESMA que vieron a Lelia en el centro clandestino dijeron que la catequista, “flaquita y nerviosa”, había estado antes en Campo de Mayo. La vio Ana María Martí, también Lila Pastoriza, entre otros, además de una pareja de sobrevivientes. Uno de ellos, Ricardo Camuña, dejó en la instrucción de la causa unas fotocopias de dibujos y escritos realizados por Lelia en servilletas de papel. Contó que la catequista, a quien conocían como Haydée, había ayudado a su compañera Beatriz Mercedes Luna. Les conseguía lápices, hilo y otros elementos.